OZ: THE GREAT AND POWERFUL

Ya que millones de personas alrededor del mundo han visto OZ The Great and Powerful, esta crítica incluye detalles que pueden ser considerados “spoilers”. Ahora sí, a discutir lo que el mago esconde detrás de la cortina.

Disney quiso repetir la fórmula de Alice in Wonderland, una de las cintas más taquilleras del estudio. Para ello reclutó a un director con estilo propio a la Tim Burton (Sam Raimi), un actor con particular personalidad a la Jhonny Depp (James Franco), el mismo compositor (Danny Elfman), una historia similar en un universo igual de fantástico creado con mucho CGI y 3D.

La compañía del ratón más famoso no posee los derechos del clásico cinematográfico The Wizard of Oz, pero sí de todas las secuelas literarias. Por ello tal vez se anunció una segunda parte antes de este estreno. Atracciones con ladrillos amarillos en sus parques temáticos serán cuestión de tiempo.

Pero volviendo a la película, ésta logra cumplir con el objetivo de entretener los sentidos y pasar un rato agradable, aunque olvidable. El comienzo fue muy prometedor y creativo, con imágenes a blanco y negro proyectadas en un formato casi cuadrado para evocar los inicios del séptimo arte.

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La primer secuencia de acción en OZ es un contraste de 180 grados igual de efectivo, sumergiéndonos en la catarata con una toma de punto de vista subjetivo (POV). El 3D es impresionante en esos primeros momentos, con pajaritos, flores y más objetos “saltando” de la pantalla. Después el cerebro se acostumbra y el efecto deja de notarse tanto, como sucede habitualmente.

Siguiendo en lo técnico, se nota demasiado que los actores están delante de una pantalla verde o azul. Películas como The Phantom Menace -en oposición a 300 por ejemplo- sugieren que la intensidad de colores juega en contra a la hora vender la ilusión.

Se entiende que OZ es un lugar de fantasía, pero deberíamos sentir que los ladrillos amarillos son estructuras doradas y no una superficie uniformemente plana pintada digitalmente. En los momentos más saturados de color nos hace recordar a las cintas de antaño del estudio, donde se mezclaban personas de carne y hueso con personajes o fondos animados.

Prueba que el equipo de efectos estaba a la altura es el personaje más memorable de la aventura. La muñeca de porcelana se roba el espectáculo al estar desarrollada en lo visual y narrativo. Su primer encuentro con el mago es conmovedor: Una pausa que regala una bella alegoría de los efectos devastadores de la guerra, más cercana a un corto animado de Pixar que a un blockbuster de esta escala.

Poco a poco sentimos que la película se hacía cada vez más infantil y predecible. Desde que se transportan en las burbujas hacia la ciudad de los chicos buenos en delante, los nuevos personajes, el humor, y los diálogos parecen ser orientados a los más pequeños. Martillando a la vez los mensajes religiosos de la fe por encima de todo, hasta de la honestidad y la razón.

“Alice” trazaba una similar historia de cuentos de hadas, con un mesías descubriendo su verdadero potencial y liberando un pueblo oprimido. Pero aquella novedosa heroína ofrecía un rol positivo a seguir para millones de niñas y adolescentes.

Aquí la Bruja Retorcida del Oeste pasa de la bondad a la maldad por un simple despecho. Una historia de origen más “weak” que “wicked” para una de las villanas más populares de la ficción.

En el tramo final la intensidad crece, con tomas y efectos del Sam Raimi oscuro, de Drag Me to Hell y -de a ratos- Spider-Man 2. El acto que ponen en escena para derrotar a las malvadas no es original pero tremendamente entretenido.

Ojala que nuestra próxima visita al Reino de Oz ofrezca más magia y menos trucos.

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