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La boda de Tyrion y Sansa preside buena parte del capítulo “Second Sons”. Tanto en el Gran Septo de Baelor como en el comedor principal de la Fortaleza Roja, la tensión se palpa en el ambiente. Nuevamente, nos enfrentamos a un choque de voluntades y a la representación definitiva de Sansa como gran títere en el gran drama que siempre nos plantea Desembarco del Rey. Los hermanos Stark son muy diferentes entre ellos y a Sansa le ha tocado la candidez y el carácter de resignación permanente.

Tyrion es consciente de todo ello y, asumiendo que la boda planeada por su padre es una gran aberración, nunca tratará de imponer su voluntad ante Sansa. Ni siquiera los perversos planes del Rey Joffrey doblegaran su afán por protegerla. En este sentido, es especialmente memorable el enfrentamiento entre Tyrion y su psicópata sobrino-monarca. A pesar de estar borracho hasta las trancas, se enfrenta a él para evitar la humillante ceremonia del encamamiento y cuando el despreciable niñato pretende reaccionar, Tywin interviene para calmar los ánimos y evitar mayores sacrificios.

Peter Dinklage demuestra, una vez más, su enorme calidad interpretativa representando al personaje en estados de ánimo muy diversos. Pero lo que preside su actitud es la honradez que nunca creímos que poseía al inicio de su andadura. Se ha acabado demostrando que, en un entorno de víboras, la culebra puede convertirse en colibrí.

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Miradas y gestos cómplices caracterizan la relación entre Tyrion y su amada Shae, que sonríe cuando comprueba que no existió consumación en el encuentro con Sansa. Tyrion desearía hacer algo muy distinto pero no es el amo de su destino. Tywin se ha encargado de cerrar esa puerta y le será muy difícil derribarla.

Cersei contribuye siempre a esa tensión latente en la corte y, en esta ocasión, se centra en su ya conocida animadversión contra los Tyrell. En su conversación con Margaery, no duda en usar la canción “The Rains of Castamere” como ejemplo de la cólera que puede desatar Tywin cuando una familia pretende rebelarse a su autoridad. Severo aviso para la joven Tyrell que parecía no conocer la historia de la Casa Reyne, unos antiguos vasallos de los Lannister cuyo patriarca decidió asaltar el dominio de los leones en la región. La reacción fue radical y, sin piedad alguna, toda la familia, incluidos los niños, fueron pasados por la espada. Un acontecimiento más en el vasto legado de sangre que configura la existencia de Tywin Lannister.

En Rocadragón, Melissandre tiene previsto pergeñar un ritual arcano con el ingenuo Gendry. Como bastardo de Robert Baratheon, por sus venas corre la sangre de un Rey. La sacerdotisa roja utilizará de nuevo toda su sensualidad para extraer del joven herrero unas gotas de sangre que permitan a Stannis maldecir a los que decidieron alzarse en contra de su “legítima” aspiración al Trono de Hierro: Balon Greyjoy, Robb Stark, y Joffrey Baratheon. ¿La religión de Oriente será capaz de obrar en la caída de los tres?, ¿ o es el destino el que mueve los hilos y el siniestro culto sólo se aprovecha de ello? Quizá la restitución pública de Davos Seaworth y su presumible influencia sobre Stannis, puedan racionalizar un comportamiento que está guiado por una tradición ancestral muy lúgubre.

Los “Segundos Hijos” son una compañía de mercenarios que representan una amenaza para las ambiciones de conquista de Yunkai por parte de Daenerys Targaryen. En un episodio, cuyo

tono general no es apto para un público con altas restricciones morales, podemos observar que la joven “madre de dragones” ha desarrollado un temple sólo comparable a la crueldad que aplica a aquellos que atentan contra su misión mesiánica. La fuerza militar que le acompaña es un potentísimo acicate contra posibles enemigos pero entre los “Segundos Hijos” persiste la idea de que su liderazgo puede ser cuestionado. No lo verá así uno de sus capitanes, Daario Naharis. Un hombre con visión que ya es capaz de vislumbrar los beneficios que le reportaría formar parte de una fuerza que conquiste Poniente. Se someterá a la autoridad de Daenerys no sin antes demostrar que su nivel de brutalidad está a la altura de los acontecimientos. La joven Targaryen suma más efectivos a su causa pero está a una enorme distancia física de los Siete Reinos. No cuenta con barcos ni dispone de un plan serio de ofensiva. Las ciudades de Oriente seguirán siendo el escenario de acción mientras no consiga cohesionar a su imponente tropa.

Samwell Tarly y Gilly prosiguen su camino hacia el Castillo Negro pero, durante un alto en su camino, se enfrentarán a la amenaza sobrenatural que radica en los bosques de más allá del muro. El vástago de Gilly ejerce de atracción para un “Caminante Blanco” y esa daga de vidriagón, que Sam encontró en el Puño de los Primeros Hombres, acabará resultando decisiva para vencer a un ser virtualmente indestructible. Los cuervos presagian la llegada del Caminante y parecen perseguir a Sam y a Gilly en su huida. Esa negrura, con la que termina el capítulo, vaticina el futuro inmediato.