Prometheus-Resena-Critica-Prometeo

Como un entrenador de fútbol que consigue una hazaña histórica, volver a dirigir al equipo años después sólo puede poner en riesgo los recuerdos gloriosos. Pero Ridley Scott no tuvo temor de volver al universo Alien que inició décadas atrás. Luego de una floja cuarta entrega y más que olvidables “crossovers” con los Depredadores, era una buena idea realizar una precuela para inyectarle nueva vida a la franquicia. También para responder algunas -con resultados mixtos- interrogantes surgidas en la saga, como ¿Qué diablos es el “Space Jockey” (Jinete Espacial) que se ve al comienzo de la primera? y otras más universales, como ¿De dónde viene la raza humana?

Esta última motiva la expedición de la nave Prometheus a un desconocido sistema solar, financiada por Peter Weyland, un poderoso empresario interpretado por Guy Pearce. El Cristobal Colón de este rey es una pareja de científicos integrada por Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), quienes están convencidos que una raza extraterrestre los estará esperando de brazos abiertos.

En cuestión de minutos, arribamos al lugar de destino, se nos muestra una presentación explicativa y conocemos al resto de la tripulación. Charlize Theron es la rigurosa representante de la corporación, Idris Elba el distendido capitán de la embarcación y Michael Fassbender es el androide David 8. El resto de los componentes son carne de cañón que jamás llegamos a conocer.
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La primer exploración que realizan en la caverna es fascinante. Allí vemos una especie de “video-diario virtual” -recurso similar al utilizado en varias cintas similares- que muestra las últimas horas de los habitantes del recinto. Pero el plato fuerte es una impresionante bóveda -con diseños de H.R. Giger- llena de extrañas urnas, una monolítica cabeza con rasgos humanos y murales en las paredes que cambian sus figuras frente a los ojos atónitos de los exploradores. Uno de los elementos hallados aquí, revelará la identidad de los jinetes espaciales, dando una respuesta creativa a un enigma que se originó sin solución en mente.

Pero el otro elemento, llevado en esta ocasión por David a la nave, no produce resultados tan satisfactorios. El androide se sale inexplicablemente de su misión para afectar a un personaje y crear así un efecto dominó de situaciones torpemente desarrolladas. Elizabeth Shaw se vuelve el centro de las mismas, y su interacción con el resto de la tripulación durante y después de padecerlas inexplicable. Dando un paso hacia atrás lo vemos más como un mecanismo narrativo para forzar escenas de gore con condimentos de la mitología Alien. En general, las escenas de sci-fy horror, aunque sí crean tensión, apuntan más a mostrar imágenes desagradables que a asustar.

Las grandes ideas que se intentan explorar en la historia son muy interesantes. Pero aunque valoremos la intención de despertar la reflexión en la audiencia, terminan siendo un bocado más grande de lo que este filme puede masticar. El propósito de este sitio y lo que sus creadores planeaban hacer con esas urnas -expuesto por el personaje de Elba para hacerlo relevante de buenas a primeras-carece de sentido. Un problema mínimo para un blockbuster liviano, pero importante en uno que se toma en serio y quiere ser cerebral.

Más que los agujeros en la lógica de la trama, es la falta de conexión con la flota de el Prometeo lo que provoca la frialdad en el espectador. Para empezar son demasiados. Segundo, no se les dedica tiempo a humanizarlos para que siquiera empatizemos con ellos. Los pocos intentos de Scott por darles tridimensionalidad son inconsecuentes. Su anterior proyecto había mostrado la misma falencia: En Robin Hood los decorados son locaciones reales pero sus protagonistas se sienten como maquetas de cartón.

Aunque Rapace viene a llenar el hueco provocado por la ausencia de Sigourney Weaver, es el actor que dio vida a Magneto -otra gran actuación- el personaje más memorable. David 8 parece salido de Blade Runner, obra maestra del mismo director: Un complejo replicant que desea ser humano, capaz de despertar ternura, tristeza y desconfianza. Su primer escena, realizando diferentes tareas mientras todos hibernan es una verdadera perla. Resulta irónico que conectemos mucho más con un ser de plástico y metal que con los de carne y hueso.

La atención al detalle en los departamentos de vestuario, arte, música y efectos especiales la hacen digna de ver en la pantalla grande. La experiencia en IMAX 3D fue gratificante, pero una proyección digital en 2D no la hará menos disfrutable.

En resumen, una ambiciosa película de ciencia ficción que pese a sus deficiencias, nos entretiene hasta el final y nos devuelve las ganas de seguir explorando el mundo de estos míticos monstruos del séptimo arte. Si Scott sede los controles de mando, nadie oirá nuestros gritos de reclamo.

-Reseña crítica de Prometheus escrita -a bordo del Nostromo- por Néstor Bentancor.

 
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