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La ciencia ficción se basa en ideas interesantes por encima de todo. Las mejores historias del género nos ayudan a ver problemas reales de nuestro día a día desde puntos de vista diferentes. La historia de Antiviral transcurre en un futuro -o realidad alternativa- donde el fanatismo por las celebridades ha llegado al límite de la locura.

El protagonista es Syd March (Caleb Landry Jones), un joven que trabaja en una agencia vendiendo infecciones de los famosos. Clarifiquemos un poco este retorcido proceso con un ejemplo: Supongamos que Robert Pattinson se engripa, su agente llama a esta agencia para que tome un poco de sangre y puedan cultivar el virus para luego comercializarlo a los twihards más radicales. Syd no se conforma con ser una pieza de este engranaje y se involucra con peligrosos elementos del mercado negro, quienes venden las copias no autorizadas que el joven se roba inyectándose a sí mismo.

Si esta premisa se te hace demasiado descabellada para aceptar no podrás digerir el resto. Este grado de obsesión se vive a escala masiva, con carnicerías comercializando carne artificial generada a partir de tejido obtenido de las estrellas. A lo largo de la película se exponen más y más productos destinados a saciar el irracional apetito de la gente, siendo todas excelentes ideas que no vale la pena arruinar aquí.
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Otros conceptos interesantes en la creación de este mundo son las máquinas que utilizan para procesar al virus original y que pierda su poder de contagio para que todos tengan que adquirir su propia enfermedad. Estos dispositivos tienen una pantalla que permite construir “el rostro” de cada virus, siendo imágenes perturbadoras y muy efectivas desde el punto de vista narrativo.

Usando el ejemplo de District 9, luego de conocer a los alienígenas adictos a la comida de gato, asimilar el mensaje social con respecto a la migración y la tolerancia, se desata la acción y disfrutamos una aventura dentro del establecido universo. En Antiviral, Brandon Cronenberg prefiere quedarse contemplando la deprimente existencia del protagonista con secuencias abstractas y desagradables, que desencadenar el atrapante thriller que potencialmente tiene a la mano.

Cuando parece orientarse en ese camino más convencional pero también gratificante para el espectador, nos somete a otro primer plano del pálido pelirrojo babeándose, desangrándose o algo peor. El tercer acto aumenta progresivamente en su ridiculez, sucediéndose situaciones que no tienen lógica dentro de las propias reglas establecidas. Del interés inicial, pasamos a la frustración absoluta, llegando en un momento a querer que el héroe muera de una vez para que se termine su sufrimiento y el nuestro.

Todas las originales ideas, cargadas de incisiva crítica social, pudieron haber sido expuestas en una falsa pieza publicitaria de esa agencia futurista, vendiendo su macabra gama de productos y servicios. Se hace pesado cuando somos martillados durante 90 minutos con exactamente el mismo mensaje, por muy positivo que sea.

Pese a los excesos pretenciosos de este primer largometraje de Cronenberg Jr., vemos un saludable interés en lo extraño y oscuro. Ojalá que su próxima mutación consiga contagiarnos.

-Reseña crítica escrita por Néstor Bentancor (@DesdeHollywood).

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