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Safe House cuenta la historia de un agente de la CIA (Reynolds) que tiene que proteger a uno de los fugitivos más buscados (Washington), después que la “casa segura” donde estaba recluido es atacada por un grupo de asesinos. Esta sinopsis no prometía la reinvención de la rueda, sino un thriller de acción centrado en una pareja despareja. La misma dinámica entre el afro-americano con experiencia y el novato caucásico que el mismo Denzel Washington había explorado en ‘Training Day’ y la más reciente ‘Unstoppable’. Con mejores resultados en ambas películas.

En sí, casi todo lo que vemos en El Invitado , ha sido mejor ejecutado en otros filmes. El problema principal es el guión, tremendamente forzado y predecible. La historia avanza gracias a decisiones que no tienen justificación alguna. Como cuando al personaje de Ryan Reynolds se le prohíbe refugiarse en la embajada estadounidense, un elemento central de la trama que desencadena el 90% restante de la cinta.

En vez de concentrarse en la relación entre los personajes principales, la atención se desvía hacia dos lugares intrascendentes. Uno de ellos es la clásica oficina gubernamental donde gente de uniforme le dice a la gente de traje un montón de cosas irrelevantes o que ya conocíamos. Aquí deambulan los talentosos Vera Farmiga y Brendan Gleeson, relegados a personajes tan finos como los billetes que seguramente motivaron su participación.

La segunda distracción en términos narrativos es el interés amoroso de Reynolds. Otro ejemplo de la obsesión de Hollywood con inyectar, a como de lugar, un romance en medio de toda película de alto presupuesto. Estas relaciones casi siempre resultan falsas y fuera de lugar. Cuando lo vemos lloriquear por su chica francesa -que recién conoció pero ama con locura- nos acordamos de Green Lantern y sus excesos melodramáticos.

Reynolds se ve demasiado inocentón para haber sido entrenado por la Agencia Central de Inteligencia. Obviamente la intención es que su personaje se endurezca al pasar más tiempo con un viejo lobo de mar. Pero esa evolución se siente tan poco orgánica como el resto. Tal vez porque los intercambios entre ambos, aunque de lo mejor en cuestión interpretativa, están contaminados con diálogos simplones. Por suerte el carisma y la poderosa presencia escénica de Washington ayuda a disimular las deficiencias de los escritores.

En el último tercio la cosa levanta gracias a algunas escenas de acción muy bien logradas. Una tiene lugar en una especie de fabela sudafricana, con el personaje de Denzel y sus perseguidores saltando por los techos y aterrizando dentro de las precarias viviendas en reiteradas ocasiones. Cerca del final, somos recompensados con una extensa y brutal pelea mano a mano. Lo mejor de esa secuencia es que el joven director Daniel Espinosa, abandonó por un momento el manual del director Tony Scott -quien ha trabajado mucho con Washington y cuya estética de filtros verdosos y colores saturados es omnipresente- y dejó de sacudir la cámara vertiginosamente.

Tal vez Tony quiera dirigir la secuela. Pero sobre un tren, claro.

-Reseña Crítca de Protegiendo al Enemigo por el inseguro de Néstor Bentancor.

 
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