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A lo largo de este intenso capítulo, comprobamos como los acontecimientos siguen un rumbo imparable hacia la precipitación. Pero esa eclosión dramática hay que prepararla y qué mejor que paladear algunos bocados previos por medio de unos intérpretes que siguen trasladándonos a su mundo con talento y credibilidad.

Jon Snow es arrastrado finalmente a la tentación que representó Ygritte desde el primer momento en que la conoció. La joven salvaje “kissed by fire” somete al bastardo a una última prueba para cerciorarse de su anunciada “deserción” de la Guardia de la Noche. Una placentera experiencia para Jon y una sorpresa agradable para Ygritte puesto que aún había ciertas cosas que desconocía en los encuentros amorosos. Costumbres que, al parecer, sólo se practican al sur del Muro.

Beric Dondarrion. Hay que detenerse en este personaje que, como líder de la Hermandad sin Estandartes, por fin apareció en el capítulo anterior para retar a juicio por combate a Sandor Clegane “El Perro”. En los tiempos de Ned Stark como Mano del Rey, Beric fue enviado a combatir, junto a Thoros de Myr, contra las tropas de los Lannister lideradas por el terrible hermano de Sandor, aquél a quien apodan “La Montaña”. La misión fracasó y Beric murió. Pero Thoros, utilizando la magia del culto de Oriente, le resucitó y ha vuelto a hacerlo cuatro veces más posteriormente. Ahora, se ve obligado a invocar ese poder por sexta vez cuando Beric cae en combate ante “El Perro”. Dondarrion y su compañía son ahora unos bandidos que necesitan sobrevivir en un escenario muy convulso. No retienen a Arya pero les vendrá muy bien cobrar el rescate para mantener sus escaramuzas en un mundo en el que ya no deben lealtad a nadie. Sin embargo, y a pesar de esa supuesta ligereza, los sacrificios personales siempre le han caracterizado y aún no han concluido.

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En Rocadragón, Stannis Baratheon visita a su esposa, Lady Selyse, y a su hija, Shireen. Ambas viven recluidas en la fortaleza e incluso su esposa se auto-inculpa por no haberle dado hijos varones a Stannis, reaccionando comprensivamente a la confesión de infidelidad de su marido con Lady Melissandre. Es particularmente imponente el detalle de los tres hijos no nacidos, conservados por Lady Selise como testimonio constante de su fracaso. Shireen, por su parte, es una niña adorable pero su rostro magullado oscurece el corazón de su padre. Ahora comprendemos, de una forma más clara, por qué Stannis busca reconocimiento y poder. La amargura y la intrascendencia parecen haberle perseguido durante toda su vida. Su lucha por salir de las sombras es lo que le mueve a confiar tanto en la Sacerdotisa Roja.

En Aguasdulces prosigue el drama. Robb Stark se ve obligado a ejecutar a uno de sus banderizos más notables, Rickard Karstark, tras haber matado a dos jóvenes Lannister que no tenían nada que ver con el conflicto. Resulta curioso como el juego de la venganza puede ser tan destructivo que llega a afectar a aquellos que han combatido juntos durante años. La lapidaria frase de Karstark antes de morir, “You’re not my King”, consigue minar la moral de un Robb que está siendo superado por los acontecimientos. Con cada vez menos tropas bajo su control, está dispuesto a un movimiento audaz y desesperado para salir del acorralamiento.

Y en Harrenhal, Jaime Lannister es entregado a Roose Bolton, quien lamenta que no esté en las mejores condiciones puesto que sigue siendo una ficha importante para negociar en el conflicto que se está librando. Tras curar su herida, Jaime y Brienne protagonizan una escena, rescatada directamente de las páginas de “Tormenta de Espadas”, en la que el Matarreyes confiesa que el acto de matar al Rey Aerys Targaryen no fue un suceso de traición ni se llevó a cabo de forma cobarde. Jaime libró a Desembarco del Rey de la destrucción puesto que el “Rey Loco”, ante el acoso de sus enemigos, tenía previsto arder grandísimas cantidades de fuego valyrio, acumulado durante años en las catacumbas de la ciudad (Tyrion descubrió alguno de los depósitos). Su muerte evitó una tragedia pero nadie conoció nunca la historia real y los vencedores fueron privados del máximo trofeo de guerra y le apodaron “Matarreyes” con menosprecio. Se le reprochó que él no participó en campaña, sirvió en la Guardia Real hasta el final, y acabó con él sin mérito alguno. Nada más lejos de la realidad. Brienne de Tarth conoce ahora la verdad y sabe que la honorabilidad siempre formó parte del carácter de Jaime, hasta que le fue arrebatada por la fuerza de los acontecimientos. Un duro lastre para un personaje que evoluciona de una forma sorprendente y arrebatadora.

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Y, por último, Tywin Lannister reúne a Cersei y a Tyrion para comunicar sus nuevos planes. Como maestro absoluto de la conspiración, se ha enterado de los planes de los Tyrell para emparejar a Loras con Sansa. Eso le arrebataría el dominio del Norte así que su decisión es inmediata. Tyrion quería recompensa por sus esfuerzos en la Batalla del Aguasnegras. El premio será el Norte puesto que se casará con Sansa. Tyrion tiene principios, los hemos ido descubriendo, y ve en este enlace una auténtica abominación y la desgracia para una joven que ya ha sufrido lo indecible. La consternación invade a Tyrion cuyas intrigas y maquinaciones son un juego de niños al lado de las de su padre. Tywin juega sus bazas más fuertemente que nadie y el rugido del león se escuchará en los Siete Reinos. Cuando Cersei se regocija del infortunio de su hermano, recibe también un fuerte arañazo. Deberá casarse con Loras Tyrell y engendrar más hijos. Un nuevo matrimonio no deseado como el que, en su momento, tuvo que afrontar con Robert Baratheon. No existe camino posible para su reunión física y emocional con Jaime pero, obviamente, todos nos alegramos cuando la perversa Reina obtiene semejante castigo. Charles Dance vuelve a estar espléndido en esta magnífica secuencia de juego a tres bandas. Sus miradas de desprecio a Tyrion cuando éste le responde que ya estuvo casado una vez, lo denotan todo. Su villanía y odio visceral contra aquellos que se interponen en sus planes, está magníficamente representado en su gesto y presencia escénica. Una conclusión de episodio que no puede recibir otro calificativo que el de magistral.